Compenetra 2.0
La
noche limeña se hacía más virgen con el pasar de los minutos, un
paso, dos, tres, quince, veinte, ella avanzaba sin rumbo fijo. Las
manos le temblaban mientras una canción – ya conocida – sonaba
en su celular. 'Maldita sea', refunfuñó entre dientes, 'ya es
tarde, no llego a casa'.
Lena
había llegado a la capital luego de un largo viaje, el éxito
profesional era inversamente proporcional al amatorio, por más que
haya intentado reconstruir su vida y abierto el corazón a un nuevo
amor,
este se había esfumado de la noche a la mañana, su corazón
destrozado no la hizo titubear cuando compró el pasaje de retorno a
casa dejando en otras tierras tanta desdicha, 'eres una boba', pensó.
'Deme
una habitación por favor', dijo mientras buscaba su tarjeta de
crédito. La recepcionista solo atinó a sonreírle y evitar
preguntarle si deseaba una habitación doble. La mirada de Lena se
fijó en los ojos negros de la mozuela, 'hoy no Cristina'. 'Perdone
señorita Cáceres, le entrego sus llaves, habitación 512. Es bueno
verla de regreso'. Una leve sonrisa se asomó en el rostro de la
pródiga visitante, 'gracias'.
El
botones de turno cogió la maleta de Lena inmediatamente, ella
(enfundada en un saco crema, botas de cuero marrón y blusa blanca)
levantó la mirada y caminó con dirección al ascensor. Los lentes
negros cuadrados hacían contraste con sus labios rosa y cabello
recogido de lado, el joven – un tanto bajito y delgado – se
preguntaba porqué alguien tan misteriosamente 'recién llegada'
utilizaría lentes oscuros en medio de la noche. Once y cuarenta y
cinco, exactamente. Un timbre sonó, avanzaron por los pasillos
perfectamente impecables con decoración sofisticada, espejos estilo
barroco añadido a un sinfín de detalles elegantes. Un hotel cinco
estrellas sin dudarlo, habían pasado varios meses después de su
última visita. Introdujo la clave en el pórtico, el jovencito atinó
a dejar la ligera maleta negra en la sala de espera, 'bienvenida'
dijo escuetamente mientras hacía una reverencia y cerraba la puerta.
Todo
estaba intacto: mesas, sillones, cama, ropero, aire acondicionado,
cortinas; qué menuda manera de recordar épocas de felicidad, todo
era más fácil. Una sonrisa se dibujó pues añoraba tener una
máquina del tiempo que la devuelva a esa hora, junto a él,
mirándose intensamente mientras ella le entregada un corazón
descongelado y reconstruido tras varios años de soledad.
Un
poco de música para el ambiente, probó un trago del Baileys que
había pedido al haber hecho la reserva vía telefónica, un suspiro
y cerró los ojos. Recostada sobre el escritorio de madera recordaba
imágenes cargadas de amor y deseo desenfrenado, una lágrima rodó
por su mejilla derecha mientras colocaba el vaso a un lado, unas
manos pequeñas y delgadas desabrocharon su saco lentamente, se quitó
la blusa e intercambió miradas a otros ojos. Ojos que solo habitaban
en su mente, 'el no volverá Luna, ya tiene una familia, resígnate'
rezó mientras disfrutaba su éxtasis. Los antidepresivos habían
hecho efecto, combinado con el alcohol, era una perfecta bomba de
tiempo. Risas por montón, pelo alborotado, risas, más risas, todo
daba vueltas y de pronto, todo fue silencio.
Los
minutos pasaban a paso de tortuga pese a sus intentos de tener una
noche a solas en un lugar exclusivo, ella
y
sus recuerdos, solamente.
Caminó
hacia el
baño llenando
el jacuzzi con agua tibia, terminó quitándose el resto de prendas
íntimas
mientras
pensaba en mil millones de oportunidades perdidas, hundió su cuerpo
y sonrió sarcásticamente
mientras
jugaba con las burbujas que creaba el champú. Sus
ojos tenían aún un velo negro. Se retiró los lentes suavemente
mordiendo su labio inferior, acto seguido, los lanzó contra el piso
y gritó.
No
recuerda exactamente cómo terminó en el fondo de la tina, solo sabe
que en su afán de sentir cómo sus penas se ahogaban en el agua tiró
su cabeza hacia atrás sin respirar. 'Es el momento', pensó.
Estúpida intención. 'Si quieres morir, hazlo Lena y no hagas tanto
drama', le dijo su voz interior. En menos de 30 segundos recobró la
cordura y se levantó agitada mientras se abrazaba a un rincón del
jacuzzi. Sus manos cogieron ambas sienes mientras las pupilas rojizas
volvían a su estado natural.
Un
cuerpo desnudo se asomó en medio de la penumbra del dormitorio, la
luz encendida del baño hacía contraste perfeccionando sus modestas
formas corporales. Sentada al borde de aquella cama 'king size' dejó
caer su cuerpo sobre las sábanas blancas con siete almohadas de
adorno, solo añoraba tener sus manos – ahora frías –
entrelazadas a las de él mientras la noche caía y le cantaba al
oído una canción de cuna.
Así
se quedó, en silencio, imaginando una realidad diferente, deseando
con todas sus fuerzas no haber aceptado, no haberse enamorado de un
hombre perfecto y definitivamente, prohibido. Un suspiro, una
bocanada y un sueño se reproducía en mente por enésima vez.
Sueña
Lena, sueña, será tu eterno consuelo.
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