Preludio - Cartas desde el Inframundo
Abrazo
a mi soledad en primavera eterna como una nube tocando el cielo,
siento el tiempo alterno a mis días como manecillas de un reloj
quebrado. ¿Qué hago aquí? ¿Qué estoy sintiendo? Una pregunta
ronda mi cabeza y me llena de curiosidad mientras creo hilos con
recuerdos en flor, estás ahí, te observo.
Soy feliz, si tu
eres feliz, sin mi, pero al fin y al cabo, feliz. No temas dócil
ser, una Ali en la Luna decidió abandonar el paraíso y regresar al
inframundo.
Hola, ¿Estás ahí? Mi telescopio te ubicó y solo
quiere volver a ver tus ojos a través de sus pupilas disecadas.
La
luna llena se refleja en la laguna pequeña donde un grupo de
pequeños seres posan sus plumas y juegan a las escondidas al
anochecer, la tarde ha caído, se avecina una tormenta ligera en el
horizonte pero yo, sigo sentada, esperando una respuesta o quizás,
solo ver tu rostro aparecer en la neblina. La primavera es larga,
tediosa y a veces aburrida, pero al fin y al cabo, mi primavera;
construida con manos de sol y polvo de estrellas, cubierta de un
manto de constelaciones y planetas gaseosos que me arrullan a diario,
mi cama es una vía láctea y mis sábanas han sido diseñadas con hilos de
diamantes estelares. Todo es perfecto, mi vida es grandiosa, hasta
que un recuerdo me atraviesa la mente y la nubla por completo, solo una
cometa - gigante, magnificente y acalorado - me saca de rumbo y piso
nuevamente el suelo. El amanecer se avecina, es hora de hacer el
desayuno.
Abro la puerta, la mesa tiene dos sillas grandes a los extremos y cuatro pequeñas rodeándolas, la principal está marcada con tu nombre, tres de ellas tienen las patas rotas y solo una queda intacta como preludio de una esperanza mía - y terca - que no cesa. ¿Mi silla? Ah, esa está aquí, pintada con extracto de caracolas marinas perladas y un respaldar celestial. La comida está servida, sólo un plato está lleno mientras te imagino frente a mi, sonriendo. Los bocados pasan y mi mente vuela como un águila en medio del alba, 'la espera no desespera', mi cuerpo está aquí, mi canción suena en la radio cósmica y vuelve la pregunta: ¿Dónde estás?
Abro la puerta, la mesa tiene dos sillas grandes a los extremos y cuatro pequeñas rodeándolas, la principal está marcada con tu nombre, tres de ellas tienen las patas rotas y solo una queda intacta como preludio de una esperanza mía - y terca - que no cesa. ¿Mi silla? Ah, esa está aquí, pintada con extracto de caracolas marinas perladas y un respaldar celestial. La comida está servida, sólo un plato está lleno mientras te imagino frente a mi, sonriendo. Los bocados pasan y mi mente vuela como un águila en medio del alba, 'la espera no desespera', mi cuerpo está aquí, mi canción suena en la radio cósmica y vuelve la pregunta: ¿Dónde estás?
Este
preludio es solo el inicio de mi camino, de una larga espera y
cientos de días, semanas, meses y años para volver a encontrarte.
Son siete mil vidas después de nosotros ¿Recuerdas? 'Para siempre' quedó
pequeño, tu sonrisa sigue impregnada en el firmamento, mi universo, tu infinito; mientras
tanto, me siento en la ventana a observar el día pasar, el mismo
pajarillo azul se posa nuevamente en el árbol que planté para darme
abrigo y me entabla conversación.
Todo
sigue igual, a espera de que vuelvas, una espera – repito – que
no desespera.
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