Para papá

Naciste un 19 de enero, y te marchaste un 19 de setiembre sin avisar. 
Faltan pocos días para conmemorar un año de tu partida y parece ilógico la cantidad de sucesos que se han registrado en estos 12 meses. Siempre tan callado, ausente, imponente e irreconocible por momentos, así eras tú papá, un ser tan relevante en mi vida como místico por temporadas. Ibas y venías cual flashes en la oscuridad, iluminabas cada paso que daba desde tu tribuna y auto exilio. Cada mensaje codificado en mi vaivén personal, eso eras tu.
Las veces que compartimos en mi infancia fueron contadas, siempre andabas de viaje, ocupado en tu trabajo, departiendo momentos con tus amigos, familia, nuevamente de viaje y así, un círculo vicioso de nunca acabar.
No te culpo, fueron las circunstancias de una unión rápida sumada a vicios y fantasmas del pasado que crearon una bomba atómica de intereses perpetuos.
Me haces mucha falta, lo admito papá, extraño tu risa contagiosa y estridente irradiando toda la casa, extraño avistar tu mera presencia en el dormitorio de al lado, recostado leyendo un libro o jugando con Shiraz, cocinando tal vez un nuevo plato que viste en la televisión o preguntándome si había traído algún chocolate para la tarde. Repetidas veces me recordabas las metas que debo trazarme, de mi proyección a futuro, de lograr mis sueños sin importar el que dirán; al inicio no quisiste aceptarlo, pero mi ideal de vida era tan marcado que te resignaste una mañana y me dijiste – casi a regañadientes – que aceptabas mi forma de ser.
Una vez me recomendaste nunca detenerme pese a las heridas, por más dolorosa y humillante que sea, hoy es el momento donde debes estar orgulloso de mi, me diste la fórmula exacta para no doblegarme y renacer desde las cenizas. Uniendo piezas y destruyendo demonios con dulzura, matando golpes bajos con el silencio, gritando al viento en señal de victoria y un sinfín de otros puntos a favor que quedarán bajo siete llaves.
Tuve que volver al mundo real sin nada en las manos, sin ningún centavo, con miedo y frustraciones, ahora me ves aquí, parada frente a todos y escalando esta edificación tambaleante llamada vida.
Nunca olvidaré el último abrazo que nos dimos, las palabras de aliento y el perdón mutuo por 24 años de soledad ambivalente, ahora es diferente, la distancia que nos separa es directamente proporcional a las ganas de querer volver a verte. 
¿Tan cruel puede ser el destino, papá? Te unió a ella cuando supiste que vendría, luego los separó por circunstancias ajenas a mi existencia, tiempo después nos volvió a reencontrar, ya en mi adolescencia nos alejó - cuando más te necesitaba - nos hicimos más próximos con la enfermedad y finalmente nos dejó incomunicados en lo físico, más no en lo espiritual. Eres tu papá, eres tu quien pese a la diferencia de dimensiones cósmicas me sigues enseñando que todo sucede por algo en esta vida; que pese a las mil y un barreras que personas o demonios te interpongan en el camino y te quieran alejar de tu felicidad, hay una conexión espiritual y mental que es más fuerte aún e inquebrantable. 
Eso somos, tu y yo, separados en esta vida pero unidos por un lazo único. 
Tambaleo en el aire, vuelo a mi ritmo en el cielo y dejo semillas de esperanza en los demás, todo es más claro ahora. Ya vamos un año separados y así serán por más décadas. Eres el único que sabe lo que pienso, cómo nos reímos en sueños y caminas de la mano junto a mi cuando te invoco, envías ángeles en mi defensa y ahuyentas a terceros, pones todo en su sitio y me haces reaccionar. Estoy lista para esta aventura que dejaste pendiente, tu legado no será olvidado, nuestras generaciones sabrán quien fue Enrique Fernando Avila Reyes, nacido un 19 de enero de 1965 en Lima al mediodía y cómo superaste tus vicios e interrogantes sobre el verdadero significado de la vida.
Te amo papá, gracias por darle a mi madre la dicha de tener al lado a esta niña grande, de darme la sabiduría para seguir acompañándola día adía, a enseñarme a entender sus arrebatos y decisiones extrañas, a tenerle paciencia pese a la adversidad y sobretodo, a volver a creer que los milagros existen.
Naciste un 19 de enero, y te marchaste un 19 de setiembre sin avisar. 
Hace un año, mi vida recién iniciaba y ahora, no hay nada que me detenga. Un beso hasta el cielo. 

Tu hija, 
Aldine A. Avila Mármol.  

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