Día 25 - Recuerdos

La única forma de hacer realidad tu felicidad soñada, es actuando día a día y visualizando las consecuencias positivas que conllevará. Me pasó hoy, después de tanta espera tomé mi primera clase de baile contemporáneo, un tipo de danza que implica una gran disciplina y desarrollo mental para representar un rol ante el público haciéndolo parte de la historia misma. El punto aquí es que no tuve miedo y enfrenté mi propio límite mental (dígase: complejos). Luego de una semana catastrófica en el ámbito personal y laboral, inicié el fin de semana yendo a un lugar donde el arte fluyó de principio a fin ni bien los rayos de luz tocaron el cielo limeño. Tres horas después descansé en casa y leí un poco a Mario Montalbetti mientras esperaba el almuerzo, hoy no cociné gracias a la presencia de mi madre y sus vacaciones. Al atardecer fui a visitar a mi amiga Dalia quien acompañada de su bebé Adriano, me llevó a saborear un rico combinado (arroz con leche y mazamorra morada) donde una casera de la cuadra. Nuestra conversación duró desde mi arribo hasta la salida, casi tres horas donde nos pusimos al día de tantas cosas acontecidas en los últimos tres meses que el tiempo pasó volando.

Hubo un momento donde recordamos algunos amores juveniles, platónicos e imposibles. Como el famoso chico europeo que conquistó el corazón de la chica peruana y la invitó a pasar una velada inolvidable en el hall y restaurante de un exclusivo hotel de la capital, seguida de una salida inolvidable a la luz de la luna y una despedida triste por su regreso, allá donde Varsovia se combinaba con la lejanía de un amor imposible pero inocente lleno de esperanza y la promesa de un regreso. Pequeñas experiencias que llenan tu libro de anéctodas para contar de anciana. Gracias a ello pude recordar con claridad aquellos meses de felicidad que viví junto a Zé. Se preguntarán quien demonios es, ¿no? Pues mi querido lector, se podría decir que Ali en la Luna alguna vez tuvo la posibilidad de ser feliz en toda su dimensión, sin embargo el sueño acabó cuando su querida Ali conoció a un foráneo que la atrapó y la condenó a un exilio en la constelación más lejana.

Cuando conocí a Zé, ambos teníamos 25 febreros de existencia, yo del 8, él del 14. Yo estudiante de periodismo, él de medicina. Yo de un barrio en San Juan de Lurigancho, Lima; él de un barrio en Niteroi, Río de Janeiro. Dos mundos opuestos complementarios que nos envolvía en una dimensión desconocida de la cual, se podría decir, nació un amor cósmico cargado de ilusiones, pureza y sueños por cumplir. Ambos sabíamos que la convivencia seria casi imposible, pero quedaba la esperanza de poder vernos y vivir para siempre juntos. Todo nació por coincidencia virtual, amigos en común y un mensaje enviado por error a una Aldine desconocida. Todo fluyó como agua fresca en un riachuelo, nuestros gustos en común y los intercambios de culturas nos permitieron conocer un lado desconocido de nuestro ser, aquel que era capaz de ir contra todo pronóstico para unir a dos personas hechas la una para la otra. En esa época Ali era una joven tímida que no conocía el mundo más allá de conciertos de rock, música estridente, viajes a distintas partes del Perú y experiencias extrañas. Gracias a Zé, Ali pudo aprender que el mundo estaba más cerca de ella como no lo imaginaba, ir a Brasil implicaba en ella cumplir un anhelo que guardaba en lo más profundo de su ser desde los 6 años cuando papá Enrique le contó todas las cosas que vivió allá durante casi 10 años. Era ir a Brasil y conocer el barrio donde su papá vivió su adolescencia, conocer a gente que lo quería en la secundaria y con la que aún mantenía contacto, era conocer al medio hermano de papá, Angelo, e hijo y sobrino mío, Joao; era conectarse con ese lado escondido que tanto había ocultado. Oh, memoria y recuerdos, si tan solo volvieran el tiempo atrás para decirle a esa Aldine que sea más sesuda y firme, otra historia sería ahora. Pero, no me arrepiento de nada.

Oh Zé, José, José Ricardo, ¿seguirás siendo el mismo? Creo que no, físicamente no y eso es bueno, porque todos crecemos. ¿Seguirás tocando tu guitarra eléctrica y componiendo música rompiendo el estereotipo del médico común? Ese era tu atractivo, además de inteligente, talentoso en el arte y todo un capo de la guitarra. ¿Seguirás teniendo esa sonrisa bella y ojos marrones oscuros que me invitaban a dormir temprano para que 'tu niña bonita' soñara bien? No lo sé. ¿Me recordarás como yo ahora? Ni idea, han pasado tres años de tales sucesos y solo me quedan tres fotos tuyas y una canción* que describía nuestra situación en ese momento. Aparte de los audios que me enviabas tocando música clásica en piano, tus solos de guitarra, cantando Red Hot Chili Peppers para calmar mis ataques de ansiedad o tus palabras de aliento en voz baja a las 03:00am para desearme buenas noches.

De retorno a la realidad, mi amiga cerró el tema con el siguiente comentario: "Si yo fuera tú, ahorro y me voy a buscarlo. No pierdes nada Ali en la Luna, eres joven, sabes portugués, lo aprendiste por él y aún guardas sus datos. Atrévete en verano y búscalo, no pierdes nada de nada, además si yo fuera él te abrazaría y jamás te dejaría ir. Pero si vas y ves ya tiene flaca, pues tampoco pierdes nada, simplemente vive tu experiencia y regresas a Lima con un sonrisa gigante de haber viajado y resuelto algo que dejaste pendiente". Razón tenía.

El objetivo aquí es destacar que a veces, los actos traen consecuencias y así sean mínimos en ese momento, a la larga te traen grandes secuelas.

Hoy creo que me quedo con esa ilusión de amores a larga distancia, déjenme soñar un ratito con esos recuerdos. A veces, en el momento menos pensado se pueden volver realidad.

- Ali

*Canción: Stellar - Incubus

Comentarios

Entradas populares